LA TRáGICA HISTORIA DE PETE MARAVICH, UN FENóMENO QUE RESURGE GRACIAS A CAITLIN CLARK

Quizá menos conocido que los nombres comunes que vienen a la mente cuando hablamos de NBA, pero no por ello menos importante, Pete Maravich (Pensilvania, 1947) ha estado en boca de todos últimamente después de que Caitlin Clark superara su brillante récord anotador en la NCAA. La mente adelantada, la manera de correr agachado o el pase por la espalda de Pistol Pete, uno de aquellos maravillosos jugadores que merece la pena recordar. Con el balón en sus manos desde que era un crío, el estadounidense, nacido en una familia de origen serbio, ya llamaba la atención de los mejores equipos de baloncesto.

Posiblemente su legado dejó un jugador más recordado por su nivel en la NCAA que por su rendimiento en la NBA. Y eso que ambos no estuvieron nada mal. Tras muchas ofertas, terminó recalando en Louisiana State. Y acertó. En su primer año, el escolta de Pensilvania sorprendió a todo el mundo, con una media de 43,8 puntos por encuentro. Y no fue casualidad, pues zanjó su etapa universitaria promediando 44,2 puntos, 6,4 rebotes y 5,1 asistencias por partido. Algo histórico.

Se convirtió bien rápido en una referencia para cualquier niño o niña que se iniciara en el deporte de la naranja. Uno de aquellos ídolos universitarios que no viene mal recordar, y más con actuaciones históricas como las de Clark, un nuevo fenómeno a su altura. La escolta de Iowa, seleccionada con el número uno del Draft de la WNBA por las Indiana Fever, se convirtió en la nueva deportista récord del baloncesto universitario americano, batiendo el récord de puntos en la NCAA de Maravich. Una marca que logró entre 1967 y 1970, y que parecía francamente inalcanzable.

El protagonista de nuestro reportaje de hoy llevaba más de medio siglo siendo el máximo anotador de toda la historia de la liga universitaria (3.667 puntos). De hecho, su capacidad anotadora y su obsesión por la perfección le llevaron a apodarse de Pistol Pete, tras su espléndida trayectoria en Louisiana State. Maravich, un tipo tranquilo y poco mediático con sus fans, también selló varios récords de la NCAA. Caitlin Clark, por su parte, se convirtió, tras alcanzar a la base Kelsey Plum, en la máxima anotadora de la historia de la liga, entre muchos otros hitos logrados. Dos jugadores que han dejado huella en sus etapas universitarias y cuyos nombres siempre quedarán ligados a la NCAA.

El salto a la NBA de Maravich llegó de la mano de los Atlanta Hawks, que buscaban rejuvenecer su plantilla. Sin embargo, el salario (cerca de los dos millones de dólares) que recibió en su etapa de novato se sitúa muy alejado al que percibirá Clark. “Dando pasecitos fáciles al pecho no vas a ganar un millón de dólares”, declaraba. Pistol Pete pasó a ser uno de los deportistas mejor pagados de todo el mundo y decidió llevar el número 44 en su espalda en honor a la legendaria media de anotación en la NCAA. Pero no todo fue un camino de rosas.

Los problemas de trabajo de su padre fueron lo de menos. Su madre, Helen Maravich, se había visto ignorada en casa. La obsesión por el baloncesto de su esposo y su hijo Pete le condujo a conductas extrañas y problemas con el alcohol. Hasta que llegó el fatídico día. En 1974, su madre acabó suicidándose de un disparo en la cabeza. Aunque no tenía responsabilidad, el joven de los Atlanta Hawks sentía culpa y perdió cierta energía sobre el parqué.

Decidió, él también, refugiarse en el alcohol. Pero no dejó de jugar a baloncesto. Fue traspasado a los New Orelans Jazz, cerca de su lugar de nacimiento, franquicia en la que se iba a confeccionar el equipo en torno a él. Deportivamente, Pistol Pete se convirtió en uno de los mejores escoltas de la NBA. Promediando cerca de los 30 puntos por encuentro, logró ser máximo anotador en 1977, con 31,1 tantos de media. También fue escogido hasta en cinco ocasiones en el All Star (1973, 1974, 1977, 1978, 1979).

Pistol Pete no disparó al anillo

Los crossovers de Maravich siempre quedarán para el recuerdo. Además de sobrarle los puntos, el jugador de los Jazz tenía una enorme habilidad de dar pases jamás vistos. Era un tipo diferente, con un prodigioso talento para asistir y un sentido del tacto incomparable. Pero nunca consiguió su ansiado anillo. Y eso que lo tuvo cerca. “No creo que ningún jugador pueda hacer los pases que daba ni las cosas que hacía en la pista. Fue el mejor ‘showman’ de todos los tiempos’, aseguró Isiah Thomas.

Tras su gloriosa etapa del 1976-77, Kareem Abdul-Jabbar le arrebataba el título de MVP por detalles. Fue una decisión que generó un gran debate hasta los últimos días y Pistol Pete terminó quedándose a las puertas. A partir de ahí, las lesiones terminarían con el mejor Pete Maravich y su rendimiento iba a empeorar notablemente. Aun así, eligió por primera vez en su carrera un equipo realmente potente y a la altura de su talento: los Boston Celtics.

Coincidiría con el todopoderoso Larry Bird. Una dupla que pudo haber dado más de sí, pero Pete Maravich, saliendo desde el banquillo, ya era una sombra de sí mismo. Fue en esta última etapa donde más cerca se quedó de conquistar el campeonato, pero no pudo ser. En 1980 perdió las Finales de Conferencia ante los Sixers en un año marcado por las constantes lesiones. Ese sería su último partido al máximo nivel de un Pistol Pete cuyo destino sería caprichoso.

Convocó a los medios y decidió abandonar el baloncesto con 33 años, debido en parte a sus problemas de rodilla. El año siguiente, sin embargo, los Celtics conquistarían la NBA y, de haberse quedado una temporada más, hubiese conseguido el ansiado anillo. “Mi vida no ha tenido mucho sentido, sólo he encontrado pequeñas fases de satisfacción, como si todo hubiera girado siempre en torno al baloncesto”, mantuvo.

La terrible premonición de Maravich

En una entrevista años atrás, Maravich hizo una premonición que terminaría cumpliéndose. Pistol Pete declaraba que su idea era jugar pocos años al máximo nivel y que “no quiero jugar al baloncesto hasta los 40 años y morirme de un ataque de corazón”. Ya alejado del foco mediático y precisamente en esa misma edad, el 5 de enero de 1988, Pete Maravich iba a perder la vida en una ‘pachanga’ entre amigos de un ataque al corazón. Nos dejaba para siempre sobre una pista de baloncesto.

El estadounidense siempre quiso una retirada temprana para disfrutar de la vida, pero nunca pudo hacerlo. Ni siquiera pasó de los cuarenta en vida, pero el legado que dejó siempre será eterno. Fue escogido en el equipo del 75º aniversario de la NBA, además de que su camiseta fuera retirada con el número 44 en los Atlanta Hawks (2017) y con el número 7 en los New Orleans (2003) y en los Utah Jazz (1985). También logró ser la persona más joven en ser incluida en el Salón de la Fama del baloncesto.

Aquel joven que se refugió en el baloncesto y fue finalmente retenido por el mismo nos dejaba en su trayectoria uno de aquellos anotadores incansables convertido también en el mejor jugador de la historia de la NCAA. Un siempre recordado Pistol Pete cuyo récord de anotación lo superaba hace poco tiempo Caitlin Clark, el nuevo fenómeno universitario que pronto será una realidad en la WNBA.

Las comparaciones entre ambos fenómenos son pertinentes y dimensionan muy bien la importancia del uno y el otro en la historia del baloncesto mundial. Pasado, presente y futuro de la genialidad encima de una cancha para elevar el juego a una nueva dimensión.

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